Una entrevista de trabajo puede ser una montaña rusa emocional.
En primer lugar, porque es un ejercicio de exposición ante un desconocido con el que se compartirán temas importantes. No en vano, el trabajo ocupa un lugar importante en la vida, tanto por la dedicación de tiempo y energía, como a nivel de significado e identidad personal. Así, los nervios iniciales son muy frecuentes, especialmente para aquellos que se consideran tímidos o introvertidos.
En segundo lugar, en una entrevista se espera que respondas a multitud de preguntas relacionadas con tu ámbito de trabajo (tareas, responsabilidades, herramientas, etc.) pero también aparecen otras de índole más personal. Dado que la entrevista tiene como objetivo conocer al candidat@, se le pregunta sobre sus motivaciones, sus intereses, sus valores, sus metas profesionales o su estilo de trabajo. Todos estos aspectos, por profesionales que sean, están íntimamente ligados a la persona que eres, y generalmente suscitan respuestas emocionales más o menos intensas dependiendo de cada caso.
Hasta aquí nos hemos ocupado de las preguntas básicas. Pero, ¿qué ocurre a nivel emocional ante las preguntas difíciles?
Las preguntas difíciles son aquellas que cuesta responder de una manera clara, concreta y positiva. Las que más trabajo a nivel de preparación, siendo de las más comunes en cualquier tipo de entrevista, independientemente del sector, están las siguientes:
- "¿Cuál es tu expectativa salarial?"
- "¿Por qué debemos contratarte?"
- "¿Por qué dejaste tu último puesto?"
Por supuesto, para cada candidat@ las preguntas difíciles son distintas. Muchas personas reciben incluso preguntas que no deberían formularse jamás en un entorno profesional, como es el caso de una muy típica entre las mujeres: "¿Piensas tener hijos próximamente?" Obviamente, este tipo de pregunta suscita una reacción interna habitualmente muy negativa.
Y es que lo que hace que una pregunta sea difícil de responder es el estado emocional que genera.
Paso 1: Identifica tus preguntas difíciles
Asumiendo el carácter inadecuado de algunas de estas preguntas y teniendo en cuenta también aquellas que sí son oportunas en este contexto, conviene revisar una buena lista de preguntas para detectar cuáles son las difíciles para ti en este momento. Para ello, habrás de conectar tu "radar emocional" y advertir con cuáles de ellas te sientes en un territorio incómodo o desagradable a la hora de responder. También puedes ensayar tus respuestas en voz alta e identificar en cuáles tu discurso es poco claro, difuso o poco coherente. En este sentido, el papel del lenguaje no verbal es crucial, ya que puede reforzar, atenuar o contradecir el mensaje verbal de tus palabras. Tanto la mirada, como el tono de voz y los gestos aportan información muy relevante sobre cómo vives aquello de lo estás hablando.
Paso 2: Trabajo emocional
Una vez has detectado tus puntos emocionalmente sensibles de la entrevista, es hora de abordar su reenfoque. Desde mi perspectiva, este no es un trabajo superficial o consistente en "interpretar un papel". A menos que seas actor profesional, mi recomendación es que aproveches la preparación de la entrevista como una oportunidad de autoconocimiento y crecimiento propio.
Así, puedes anotar qué emociones aparecen ante las preguntas que te resultan incómodas y explorar después opciones para enfocarlas desde un prisma alternativo. Evidentemente, en algunos casos este trabajo puede conllevar una toma de conciencia más profunda.
En este sentido, una de las preguntas que más frecuentemente requiere de este tipo de trabajo emocional es: "¿Por qué dejaste tu último puesto?". Sobre todo cuando la persona ha vivido un despido inesperado o difícil de encajar (incluso llegando a litigios) o cuando en el último puesto se han vivido conflictos recurrentes, estrés, mobbing u otras experiencias adversas. En estas situaciones, la pregunta activa inseguridades u otras emociones desagradables que conviene trabajar para el propio bienestar y, en consecuencia, para optimizar la eficacia en la respuesta.
Dicho de otro modo, se trata de "curar" para poder avanzar. El trabajo emocional puede ir desde el afrontamiento de un duelo laboral, hasta un reencuadre de creencias o la resolución de un conflicto interno. En cualquier caso, el objetivo es que aquello que era incómodo se haga un poco más cómodo y manejable, abriendo la puerta a nuevas y más positivas emociones. La actitud resultante te ayudará a comunicar de forma positiva y a generar la confianza necesaria con tu entrevistador@.
Paso 3: Nueva mirada, nuevo lenguaje
Una vez el trabajo emocional está en marcha, es momento de comenzar a construir un nuevo relato sobre la experiencia o el tema "difícil". Aunque se tratara de una situación adversa, es importante encontrar e incluir aspectos positivos y evidenciar tu resiliencia. No se trata tanto de extenderse en la respuesta y dar muchos detalles, como de imprimir un tono emocional de seguridad y tranquilidad al mensaje. Esto último pocas veces se logra de manera impostada, de ahí la necesidad de trabajar "de dentro afuera".
Claramente, el desarrollo personal y el profesional van de mano. Uno y otro nos ayudan cada día a crecer en habilidades y bienestar!
Imagen de Robin Higgins
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