El encuentro con el niño interior
es posiblemente uno de los momentos más significativos del proceso terapéutico
o de crecimiento personal.
Puede asemejarse a rencuentro con un "viejo
amigo" que siempre se intuyó cercano:
- "Qué bien verte, ¡ven a mis brazos!"
O ser un descubrimiento del tipo:
- "Wow",
pero ¿cuánto tiempo llevas ahí?"
También puede ser como recuperar la conexión con
alguien querido que creías perdido:
- "Vaya, pensé que no volvería a verte... creía que ya no
había sitio para ti".
Crecer no es fácil.
Ser adulto en nuestro entorno a menudo se identifica con tomar sobre los hombros múltiples obligaciones y responsabilidades. Lo que deja fuera de agenda, progresivamente:
- El tiempo con uno mism@
- Los espacios "no productivos" o
contemplativos
- El disfrute, la diversión y las pausas
- La experimentación
- La imaginación y la creatividad
Al entrar en la etapa adulta vamos diciendo adiós al niño interior... si es que no lo hemos hecho incluso antes: muchas personas tienen que "madurar rápido" por sus circunstancias vitales.
Y con el niño se aleja la autenticidad, la voz
interior y la intuición, todos ellos elementos clave para guiarnos en este
viaje confuso y apasionante que es la vida.
En su lugar, se apodera de nosotros la máscara,
"el traje". Lo que en psicología llamamos los roles: es
decir, eso que te define por la función que cumples en un entorno dado: hijo,
hermana, madre, jefa, empleado, vecino...
Estos roles llevan asociadas ciertas etiquetas que son los colores de nuestro traje: generoso, cumplidora, empática, organizada, "un desastre", raro, fuerte, sensato,... y tantas otras.
Pero estas etiquetas se van volviendo cárceles: terminan definiendo cómo "debes" ser y qué esperan los demás de ti.
Comienza así a girar la rueda del hámster... ¡Contigo
dentro! ¿Cómo salir de ese entuerto?
Las personas no podemos reducirnos a ser sólo unos roles, por importantes y valiosos que estos sean. Especialmente cuando se ejercen desde la inercia o la supervivencia, y no desde la conciencia.
Tarde o temprano el malestar, la ansiedad o el vacío aparecen.
¡Y menos mal! Son experiencias muy incómodas, sí, pero también son una
puerta a una vida más auténtica y plena.
Y en este punto,
¿Puedes adivinar quién te espera tras esa puerta?
Sí, nuestro protagonista de hoy en este post: tu niño
interior : )
¿QUIÉN ES TU NIÑ@ INTERIOR?
Es una parte profunda y verdadera que, si no la conoces, siempre te espera.
Es tu esencia, tu pureza antes del
condicionamiento.
Es tu alma libre y eterna entrando a jugar en este
espacio-tiempo.
Es la fuente de tu sensibilidad, tu talento, tu
diversión y tu deleite.
Es quien siente la vulnerabilidad, el aburrimiento y
el miedo.
Tu niñ@ interior es tu creatividad, tu amor profundo y tus anhelos.
¡El niñ@ son todos tus colores!
Y quien te invita a experimentarlos y expandirlos
desde la autenticidad.
Abrazarl@ es todo un regalo... ¿Te atreves?
Si quieres conectar con él, aquí te dejo algunas pistas…
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