Paradójicamente, lo que te impulsa y lo que te limita puede tener un mismo origen.
Es sabido que las creencias tienen una gran influencia en la manera de afrontar la vida y sus desafíos. Tanto en la esfera personal como profesional, pueden ser impulsoras hacia el crecimiento como también estar bloqueando tu potencial.
Además, condicionan la calidad de la experiencia en términos de plenitud y bienestar.
Identificar las creencias nucleares que te guían es el primer paso para transformar aquellas que aún no juegan a tu favor.
El Poder de las Creencias
Las
creencias no son “sólo opiniones”, sino más bien mensajes profundamente
arraigados en la personalidad que condicionan la manera de ver el mundo, a los
demás y a uno mism@. Estos mensajes están presentes en el entorno del
individuo y son interiorizados a lo largo de su proceso de desarrollo creando
una programación o predisposición mental.
Gran
parte del poder de las creencias reside en dos de sus cualidades:
- Efecto emocional: las creencias no son meros contenidos cognitivos, sino que provocan un efecto directo en las emociones. Se manifiestan en los pensamientos cotidianos que, junto con las emociones, conforman un estado interno que condiciona, y mucho, el comportamiento final y la cualidad de la experiencia.
- Efecto Inconsciente: Muchos de los mensajes que cristalizan en creencias son recibidos durante la infancia. En esta etapa el ser humano cuenta con muy poca capacidad crítica y es por ello que las creencias operan frecuentemente a nivel inconsciente.
Los 5 Impulsores
Las
creencias y pensamientos que guían nuestro comportamiento son variadas. Sin
embargo, gran parte de ellas pueden agruparse en los denominados 5 Impulsores
de conducta.
Un impulsor, como su propio nombre indica, promueve comportamientos en una determinada dirección. Aunque en origen su intencionalidad es positiva y potencialmente beneficiosa, su excesiva dominancia puede generar limitaciones y bloqueos. Estos efectos no sólo dificultan el logro de metas y la toma de decisiones, sino que pueden, además, generar estrés y malestar.
Te
los presento a continuación, revisando los mensajes de los que provienen habitualmente y sus características conductuales asociadas.
1. “Sé perfecto”
Mensajes
frecuentes: “Las cosas se hacen bien o no se hacen”, “No puedes fallar”, “Hay
que hacerlo bien, cueste lo que cueste”, “Sólo hay una forma de hacer las
cosas: bien”.
Características
asociadas: Autoexigencia excesiva y poco realista. Presión por alcanzar siempre
los mejores resultados. Sensación de duda o inseguridad y tendencia a revisar,
pulir y controlar constantemente, ya que “todo se puede mejorar” o “nunca es
suficientemente perfecto”.
2. “Complace”
Mensajes frecuentes: “Primero, piensa en los
demás”, “No seas egoísta y ayuda al que te lo pide”, “Lo más importante es que
los demás se sientan bien”, “Como vayas a lo tuyo, te quedarás sol@”, “No
lleves la contraria y haz lo que te dicen”.
Características
asociadas: Anteposición recurrente de las necesidades de otras personas.
Dificultad para identificar las propias necesidades y para decir “no” a
peticiones. Sobrecarga de tareas y trabajo que muchas veces no responde a los
propios objetivos individuales. Sensación de estar “atrapado” o de no tener
otra opción más que obedecer o agradar. Miedo a las consecuencias de no
complacer o no cumplir las expectativas.
3. “Esfuérzate”
Mensajes
frecuentes: “Aunque no lo consigas, al menos lo habrás intentado”, “Lo
importante es que te esfuerces”, “Lograrlo sin esfuerzo no tiene mérito”, “En
esta vida hay que esforzarse”.
Características
asociadas: Gran energía dedicada a acciones poco estratégicas, pero que ocupan
el tiempo y requieren esfuerzo. Sentimiento de valía vinculado a no parar de
hacer. En las relaciones y el trabajo, tendencia a valorar más el esfuerzo que
el resultado.
4. “Sé
fuerte”
Mensajes
frecuentes: “Llorar (mostrar emociones) es de débiles”, “En la vida hay que ser
fuerte y seguir siempre adelante”, “No te quejes, no es para tanto”, “Siendo un
blando no llegarás a ningún lado”, “Si no te impones, te comen”.
Características
asociadas: Inhibición de emociones, especialmente el miedo, la tristeza y la
ternura. Tendencia a exigirse (y exigir) estar “bien” en todo momento,
independientemente de las circunstancias, mostrando conductas de control y
proactividad constante. Dificultad para conectar con la vivencia emocional
auténtica, para pedir ayuda y recibir apoyo. Sensación de tener que poder
resolverlo todo por sí mismo.
5. “Date
prisa”
Mensajes
frecuentes: “No pierdas el tiempo”, “No hay tiempo”, “Te estás quedando atrás,
vas el último”, “Siempre te estamos esperando”, “El que primero llega se lleva
lo mejor”.
Características
asociadas: Dificultad para relajarse. Dificultad para hacer las cosas a su
ritmo y tomarse el tiempo que necesitan. Tendencia a estar y trabajar de forma
acelerada, dispersando su energía y su atención. En consecuencia, pueden dejar
tareas sin terminar, tener despistes o cometer errores. Sensación de que hay que
ir rápido para que no se escapen oportunidades o para aprovechar realmente el
tiempo.
¿Te identificas con alguno/s de estos impulsores?
¿Cuáles están más presentes en tu
vida?
¿Qué
ventajas y desventajas tienen para ti a día de hoy?
Antídotos
La
buena noticia es que las creencias pueden transformarse para hacerlas más adaptativas
y saludables en cada momento de la vida. Para ello, el primer paso es ser
consciente de ellas. Después, es posible experimentar con nuevos mensajes y
pensamientos que maticen y mejoren las antiguas creencias.
¿Te
gustaría conocer creencias alternativas para flexibilizar estos impulsores?
Escríbeme diciéndome cuál es tu impulsor dominante y te haré llegar una lista
de posibles “antídotos” para que continúes con tu exploración y transformación
de creencias.
¡Probar a pensar diferente puede ser muy liberador!
¿Te atreves?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.