30 ago 2019

Misión – Visión – Valores, la Brújula en la tempestad


Muy al inicio de su libro “kafka en la orilla”, Haruki Murakami describe una tempestad. Se trata de una tormenta de arena, que “cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección siguiéndote a ti. Y esto ocurre una y otra vez”. Termina el autor señalando que dicha tormenta no es en realidad algo que venga de lejos, sino que guarda relación con quien la experimenta. “La tormenta eres tú”, sentencia.
Esta metáfora podría aplicarse a muchas situaciones vitales que probablemente tienen en común la confusión, la desorientación y la sensación pegajosa de no poder librarse de cierto fracaso o insatisfacción.
De igual manera, es posible vivir la tempestad en el entorno de trabajo, traducida en personas y equipos atareados, seguramente comprometidos y posiblemente estresados que no terminan de afinar sus acciones o de ver claro su horizonte. Equipos incluso entusiasmados que no cuentan con la brújula necesaria para canalizar su energía.



Definir la misión ayuda a los equipos y organizaciones a identificar su propósito, acotando la contribución que desean realizar y el sector o área en el que se enmarcará ésta. Preguntas como ¿A qué nos dedicamos? ¿Qué problema resolvemos? ¿En qué ayudamos? ¿Qué necesidad satisfacemos? En definitiva: ¿Para qué estamos aquí? Más específicamente puede señalarse la misión definiendo quiénes son los clientes a los que se da servicio, cómo son, dónde se ubican. Y por último, conociendo el mercado en el que se opera, cuáles son las ventajas competitivas que se ofrecen en relación a otras organizaciones que se orienten al mismo target.

La misión asienta la base fundamental de la brújula de la compañía, es la “primera piedra” en la construcción de su ADN. Pero, partiendo de este punto ¿A dónde queremos llegar? ¿Qué queremos conseguir en el futuro? ¿Hacia dónde queremos evolucionar? Estas preguntas definen la visión, entendida como una proyección motivadora e inspiradora que guíe los siguientes pasos en el desarrollo de la empresa. Establecer la visión permite esbozar un plan de futuro que habrá de traducirse en metas específicas, alcanzables y realistas en cada etapa. De este modo, la brújula es capaz de señalar “el norte” y ser una guía ante la incertidumbre de futuro.

El tercer elemento de la brújula son los valores. Los valores expresan “la personalidad de la empresa”, su particular forma de ser y de actuar a la hora de articular su misión y su visión. Son las cualidades e ideales que comparten todos los miembros de la organización y que la definen en su conjunto. Así, los valores aluden a cómo se lograrán los objetivos y definen pautas y principios de conducta. Preguntas como ¿Cómo somos? ¿Qué cualidades nos definen? ¿En qué creemos? Ayudarán a identificar y priorizar los valores corporativos.

En cualquier largo viaje es necesario contar con un instrumento de orientación, máxime si el viaje se realiza en equipo. La brújula es el lugar común que permite “encontrarse” a los perfiles más diversos que componen el ecosistema organizacional y les ayuda a superar juntos las tempestades.





Y tú, ¿Tienes tu brújula profesional?
¿Hacia dónde te orienta?


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