En un entorno altamente cambiante e incierto, como es el
mercado profesional actual, es necesario visualizar horizontes y construir métodos
que aseguren la perdurabilidad de nuestra actividad. Tanto las empresas como
los profesionales que las integran requieren no sólo de planificación para
tener éxito, sino también de una visión amplia y profunda sobre sus
aportaciones y sus metas. Sólo así la organización puede ser sostenible
y perdurar aportando valor.
La Doble Mirada
La Visión Estratégica es la capacidad para articular los recursos y características internas con las demandas externas. Por ello, una adecuada visión estratégica se basará en un doble análisis: por una parte, requerirá una observación y comprensión profunda de las tendencias del mercado y las necesidades de los clientes, competidores, empleadores, proveedores y/o colaboradores. Esta mirada “hacia fuera” aportará información relevante sobre las expectativas y valores que operan en un entorno determinado, guiando la identificación de una adecuada misión para la compañía o equipo. Por otra parte, se requiere de una mirada “hacia dentro”. Es decir, un análisis exhaustivo del medio interno a nivel organizacional permitirá reconocer los recursos a explotar y los gaps a corregir. En este sentido, la clave residirá en la capacidad para articular los procedimientos y la cultura internos con la visión de mercado obtenida. Tarea esta nada sencilla que habremos de enfrentar con altas dosis de visión global, conocimiento y creatividad.
La Visión Estratégica: Parte del ADN
la visión estratégica se alimenta constantemente de esta doble
mirada y su influjo no ha de percibirse como algo superficial o circunstancial.
En muchas ocasiones se acude a la estrategia cuando se percibe el peligro a
través de indicadores más o menos evidentes (falta de facturación, absentismo,
reducción de clientes, …), creyendo que ese es el momento de ser estratégico.
Sin embargo, es más bien al contrario, ya que “si no somos estratégicos,
siempre estamos en peligro". Por ello,
esta visión ha de ser parte del ADN de la organización y sus miembros. Esto implica,
además, trascender la falsa creencia de que sólo la alta dirección se ocupa de
la estrategia: independientemente del nivel jerárquico, todos los miembros han
de ser partícipes de ella, integrándola en su día a día. Sin duda, el papel del
líder en esta dinámica será determinante.
Algunos enemigos…
Si bien la necesidad de es evidente, no son pocas las dificultades que encontramos a la hora de implementarla. Algunos de los obstáculos más frecuentes son:
- Una precaria planificación, en la que las tareas se programan como “listas de obligaciones”, sin asignarles un grado de prioridad o importancia y se excluye la visión a largo plazo.
- Una ineficaz gestión del tiempo, caracterizada por una dinámica de reactividad en lugar de proactividad.
- Una operativa compleja o sobrecargada que impide “ver más allá” de los imprevistos y urgencias que llenan el día a día.
- Relacionada con el punto anterior, encontramos la creencia de que “detenerse a pensar” es simplemente “improductivo o una pérdida de tiempo”.
- La falta de conocimiento e información sobre el medio interno y/o externo.
Indudablemente, la capacidad para crear, aplicar y transmitir la visión estratégica es una de las cualidades que identifican a un/a líder fiable y enfocado. El para qué importa, en esencia, porque aporta sentido y seguridad.
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