No son pocos los autores que han
dedicado parte de su obra a proclamar la influencia de las programaciones y los
condicionamientos que todo ser humano recibe de la familia, la sociedad, la
cultura. Al parecer, es adaptativo y por tanto adecuado conocer e interiorizar
ciertos códigos, guiones y normas para poder desarrollarnos en un entorno
determinado. Sin embargo, ¿cuál es el efecto oculto de estos preceptos? Seamos
conscientes o no, es inevitable, se crea la jaula. Esa cápsula invisible pero
sólida que nos envuelve y limita, que codifica en sistema binario lo que
hacemos, lo que deseamos, lo que pensamos, lo que soñamos (esto último sólo en
caso de que el programa de tu cápsula incluya esta función).
“Esto me gusta, lo
otro no”, “puedo hacer esto, eso otro no”, “esto es bueno, aquello no”… Barrotes
y barrotes que van entretejiéndose para asegurarnos confort, seguridad,
comodidad y probablemente un tremendo aburrimiento y, por qué no decirlo, cierto
vacío vital.
Dijo Alejandro Jodorowsky que
“los pájaros nacidos en jaulas creen que volar es una enfermedad”. Si nuestra jaula son las programaciones y
nosotros somos los pájaros… ¿a qué correspondería en este caso “volar”? Lo
único seguro es que, sea lo que sea, estando dentro de la jaula difícilmente
podremos hacerlo.
Una forma más amable de hablar de
esta jaula es la que encontramos en el mundo del coaching, la conocida como
“zona de confort”. Ese lugar en el que podemos funcionar de manera casi
automática porque nos es conocido, y sabemos el efecto que nuestras habilidades
y limitaciones tienen en él.
Para bien o para mal, ya conocemos lo que ocurre y
lo que a buen seguro seguirá ocurriendo. Pero, ¿qué hay más allá de la zona de confort?
¿quiénes seríamos fuera de ella? Afortunadamente, hay formas de saberlo.
Atrévete a hacer algo nuevo.
Prueba a hacer algo por primera vez. No importa tu edad, tu trabajo o tu
estatura. Recuerda que esos son sólo condicionamientos. Atrévete a hacerlo mal,
a no sentirte en “tu hábitat”, a equivocarte. Y si necesitas a alguien de quien
tomar ejemplo observa a los niños. Esos
pequeños exploradores todavía frescos que conservan gran parte de su esencia
fuera de “la caja”. ¡Cuántas cosas hacen por primera vez en un día! ¡Y con qué
fascinación les miran quienes les acompañan! Es la alegría de empezar de cero,
de estar en lo desconocido y de que todo sea posible.
Sal y diviértete… Sal y ¡sueña!
Una invitación que han sabido recoger realmente bien en este vídeo…
Que interesante reflexión Maite, Ser consciente de que cada cosa nueva me fascina! Ser niña!
ResponderEliminarImpaciente de leer el siguiente post!
Gracias por tu comentario Eva! En breve.. más! : )
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