Paul Watzlawick nos presenta en
su libro “El arte de amargarse la vida” historias curiosas como la del martillo,
que sirven para ilustrar cómo nuestros pensamientos y creencias pueden ser,
además de poco realistas, contraproducentes para alcanzar aquello que deseamos.
Así, podemos distinguir entre pensamientos limitadores o potenciadores. Es decir, creencias que alimentan una visión negativa de la realidad, conectándonos con sentimientos de indefensión, rabia o impotencia o, por el contrario, creencias potenciadoras, que nos alientan a ampliar nuestras capacidades y ver las situaciones como oportunidades.
No existen medidas exactas de
cuánto influye nuestro pensamiento en lo que nos ocurre. Lo que sí sabemos es
que siendo conscientes de lo que pensamos, podemos elegir cambiar las creencias
que nos llevan a una visión más pobre y limitadora de nosotros mismos o de lo que nos
rodea.
Si el protagonista de esta historia
recibe como respuesta a su insulto un portazo en las narices, podemos decir que
se deberá no tanto a la supuesta maldad de su vecino como a su propia actitud
ante él. El resultado que nuestro hombre obtiene es entonces una profecía autocumplida, es decir, un producto más o menos directo de su forma de pensar. Por no mencionar que, de momento, sigue sin tener martillo.
¿Piensas en positivo? ¿Qué efecto tiene tu forma de pensar en las historias que vives? A la hora de lograr tus objetivos, tu pensamiento es ¿amigo o enemigo?
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